GUADALUPE, TIERRA DE HEROÍSMO

Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com


Desde la Panamericana se avista algunas casas que pasan desapercibidas, como ocurre con casi todos los pueblos asentados a orillas de las carreteras, de donde salen niños, jóvenes y mujeres ofreciendo golosinas cuando los buses se detienen. Pero, esa imagen se va difuminando lentamente a medida que caminamos por sus estrechas calles y nos topamos con verdaderas joyas históricas, inclusive antes de hablar con su gente que es otra maravilla, y no me refiero sólo a la belleza de sus mujeres que, pues no es casualidad que de esta tierra haya emergido Marina Mora, coronada como miss Perú.
Este es Guadalupe, a dos horas de Trujillo, entre Chepén y Pacasmayo. Aquí, frente a la Plaza de Armas, tiene su casa Isabel Flores, ferviente amante de su pueblo, no en vano fue esposa del extinto historiador, Luís Lostanau Rázuri, de quien heredó sus investigaciones y reflexiones.
Su amor por Guadalupe la llevó a liderar el Comité Pro Museo Albújar y Guarniz, al que considera el mejor regalo para esta ciudad. Mientras caminamos, nos abre las páginas de la historia guadalupana, que ella conoce al dedillo. No para de contarnos cada detalle del heroísmo de estos dos jóvenes que ofrendaron su vida en defensa de la patria. No dudo que ella, como la mayoría de sus coterráneos, vive orgullosa de su pasado y lo asume com parte de su identidad.
Cuando los chilenos tenían sitiado el país, en 1881, en la calle Ayacucho de Guadalupe permanecía una guarnición de soldados invasores porque se trataba de un pueblo importante en la época y de donde había salido un grupo de jóvenes para sumarse al Ejército peruano que defendió Lima.
Esta gente no soportaba que el invasor los vigile a cada instante, y un 25 de octubre de ese año, más de 200 guerrilleros, al mando de Belisario Valera (Los Chorrocas), ingresaron a Guadalupe y atacaron al cuartele enemigo (hoy local de la UNT), produciéndose un enfrentamiento armado durante tres horas que dejó varios fallecidos y heridos en ambos bandos.
En la tarde el orden se restableció, pero en circunstancias que un soldado chileno cabalgaba por la calle Panteón (hoy Junín), un balazo rozó su kepí. El escándalo no se hizo esperar, al dar cuenta a sus superiores éste sindicó como autores del atentado a tres conocidos zapateros: los hermanos Fernando y Justo Albújar Fayaque, y a su acompañante Manuel Guarniz López, quienes fueron detenidos de inmediato.
Aunque los torturaron en el interrogatorio, defendieron su inocencia y tampoco delataron al autor del disparo, pese a que sabían que se trataba de un sirviente de José Gálvez, de apellido Valderrama y apodado “Pescado Frito”.
Entonces los condenaron a muerte, y el 28 de octubre, a las 8 de la mañana, marcharon camino al paredón, acompañados del sacerdote Francisco de Paula Rojas Sarmiento, a quien le confesaron su inocencia y el nombre del compatriota que disparó. Enseguida, los fusiladores los colocaron junto al muro del cementerio y los acribillaron con 120 descargas de rifle.
Estos son las otras figuras renombradas de la Guerra del Pacífico, que más de un siglo permanecieron en el anonimato, pero vivos y muy presentes en el recuerdo de los guadalupanos que se contaban la historia de padres a hijos, como ejemplo de patriotismo y dignidad. Recién en mayo de 1985 se promulgó la Ley 23719, mediante la cual se los declara héroes nacionales. Esta misma norma dispuso que se emita estampillas con sus retratos y se construya un mausoleo en su homenaje. También se dispuso que un colegio de esa localidad perennice sus nombres.
EL MUSEO
Esta historia andaba desperdigada entre las familias más antiguas, pero ahora se narra a diario en la Casa Museo Albújar y Guarniz, inaugurado en octubre del año pasado, en la calle Junín 221, luego que se rescatará del olvido la antigua vivienda de los héroes, pues estuvo a punto de ser derruida pese a ser patrimonio cultural.
Aquí se exhiben algunas herramientas que utilizaron en su oficio de zapateros los Albújar y Guarniz, una página del periódico El Ferrocarril (editado en esta localidad) que en 1878 narró la valentía de estos jóvenes héroes. Inclusive encontramos cinco municiones recogidas en el lugar de fusilamiento, monedas y billetes de esos años, además de muebles antiguos.
Llaman la atención las estatuas de los tres héroes en las que se recrea la actividad a la que se dedicaban, por eso hallamos un taller completo de zapatería. Aquí nos enteramos que Fernando Albújar figura en la relación de aportantes para la compra del Huáscar y que de esta ciudad partieron 40 jóvenes que pelearon en las pampas de San Juan de Miraflores, en la defensa de Lima.
Esta historia de identidad se completa con la visita al cementerio donde está el mausoleo erigido en homenaje a los héroes.

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